¿QUÉ ES LA ESTIMULACIÓN TEMPRANA?

En los últimos años se han realizado numerosos estudios en torno al aprendizaje, apareciendo nuevos sistemas educativos que han demostrado la posibilidad de disminuir, y en muchos casos evitar, todas las anomalías presentes en esta área.
Hoy se está unánimemente de acuerdo en que es necesario estimular adecuadamente el organismo durante su período de crecimiento para acelerar el desarrollo mental y social e interrumpir o corregir los defectos que traban el aprendizaje. El sistema nervioso de un ser que acaba de nacer es inmaduro y fundamentalmente plástico y moldeable.
Este tratamiento, realizado durante los primeros años de vida del niño, el que se conoce con el nombre de “Estimulación Precoz”, si bien algunos investigadores sugieren la sustitución de “precoz” por “temprana”, por lo que aquella palabra sugiere de apresuramiento en el curso normal del desarrollo del individuo, cuando en realidad lo que se pretende es la potenciación máxima de las posibilidades físicas e intelectuales del niño mediante la estimulación regulada y continuada llevada a cabo en todas las áreas sensoriales, pero sin forzar en ningún sentido el curso lógico de la maduración del Sistema Nervioso Central (SNC). No se trata de estimular en forma anárquica, presentando al niño el mayor número de estímulos y experiencias posibles, sino que consiste en un tratamiento con bases y técnicas científicas, tanto en lo que respecta al conocimiento de las pautas de desarrollo que sigue el bebé, como a las técnicas que se emplean para alcanzar dichas adquisiciones.
La estimulación precoz está determinada por su carácter sistemático y secuencial y por el control que se hace de dicha estimulación. Es sistemática en cuanto que se trabaja con el niño día a día en un programa de estimulación previamente elaborado de acuerdo con su edad de desarrollo y con las expectativas que queremos conseguir en cada momento determinado; es secuencial en cuanto que cada paso alcanzado por el niño en cualquiera de las áreas de desarrollo sirve de punto de partida para alcanzar el siguiente, sin que podamos saltarnos ninguno de ellos, ya que se invalidaría el trabajo realizado y habría un derroche de energía tanto en el trabajo de los padres, que repercutiría negativamente en su interacción con el niño, como en éste que se vería forzado a alcanzar unos niveles para los que no está preparado, con la consiguiente frustración y retraimiento ante cualquier tipo de estímulo.